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¡Estoy profundamente agradecido!

Actualizado: 12 oct

No quería perderme de nada: del amor, del dinero, de la felicidad, la paz y la alegría. Creo que nadie quiere perderse de esto.

En la secundaria, en el último año, cuando conocí la filosofía, fue como una puerta que se abrió para profundizar en cada uno de estos aspectos. Mi curiosidad no se satisfacía internamente; siempre buscaba saber un poco más. Esto fue en 2016. Recuerdo que tenía miedos sobre lo que podría ser de mí, sobre qué sería de mi vida; eran algunas de las preguntas que daban vueltas en mi cabeza.


No me entusiasmaba mucho la idea de ir a estudiar a otra ciudad, como hicieron algunos de mis compañeros. Además, la economía familiar no lo permitía. Aun así, tenía claro que, si realmente deseaba algo, podía trabajar y estudiar al mismo tiempo. Recuerdo que, cuando terminé la secundaria, me dije: “Si logré llegar hasta aquí con sacrificio, cualquier cosa puedo hacer”.

Comencé a leer sobre el dinero, el amor, la psicología, el tantra y la espiritualidad. Hasta ese momento, mi perspectiva sobre la vida no tenía un horizonte claro. Varias veces me encontré frente a decisiones en las que debía elegir entre dos caminos, y no sabía cuál tomar. Había conseguido un trabajo que, según mis padres, era razonablemente bueno, y tenía relaciones y vínculos que iban relativamente bien.


Empecé a notar la maravilla de conocer a las personas más allá de un simple “hola, ¿cómo estás?”. La forma de relacionarme comenzó a hacerse más profunda. Sin embargo, llegó un punto en que esas relaciones y vínculos empezaron a deteriorarse y a caerse. Mi respuesta ante esto fue sorprendentemente tranquila. Aunque no era algo agradable, me llamó mucho la atención la manera en que reaccionaba.


Ya en 2019, tenía dudas de si estaba acumulando algo dentro de mí: miedo por mi propia vida e incertidumbre por no estar respondiendo al mundo como pensaba que debía hacerlo. Hasta ese entonces llevaba una vida “normal”, por decirlo de algún modo: salía de fiesta, consumía alcohol, fumaba marihuana y era un chico tranquilo, alegre y un poco loco.

Me llamaba la atención que, en situaciones como las mías, la mayoría de las personas suelen desbordarse o caer aún más, y fue entonces cuando decidí explorar las prácticas gratuitas de Isha. Me aferré a esa posibilidad.


Meses después, decidí tomar el programa de Ingeniería Interior, y transformó por completo la mirada que tenía sobre la vida y la forma de responder ante las cosas. Lo volví a tomar dos veces más y, en la última, junto con la práctica de meditación que se ofrece al final, cada paso fue muy revelador. Me dio claridad sobre mis actitudes hacia la vida, sobre cómo enfrentaba mis relaciones y mis acciones conmigo mismo.

Ya en octubre de 2024, cuando terminé un mandala de 40 días seguidos realizando mis dos prácticas diarias, sentí la satisfacción de cumplir conmigo mismo.

Experimenté la alegría de sostener una disciplina sin padecerla, sin frustrarme, sin cansancio y sin estrés.

Hoy, después de casi un año, aunque no todos los días o meses son iguales, disfruto de mi camino.

He hecho lo que considero necesario e importante para que mi vida sea equilibrada, agradable, amorosa y alegre.


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Disfruto de mis relaciones y mantengo este ánimo juguetón hacia la vida, con curiosidad y con un grado de claridad sobre mí mismo, sobre lo que sentía respecto al amor, el dinero y mi propia felicidad.

No estoy exento de lo contrario, pero también estoy convencido de que esta dirección y este esfuerzo están 100 % en mis manos.

Doy gracias profundamente al programa de Ingeniería Interior que ofrece Sadhguru, a los miles de voluntarios que lo apoyan y a todas las personas que me crucé hasta hoy, que se convirtieron en familia, incluida mi propia familia.

Cada ser y cada vida han nutrido la mía, de una u otra forma, directa o indirectamente.


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Joaquín Silvero, 26 años. Vivo en Juncal “Capital de la Amistad”, provincia de Santa Fe, Argentina.

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