Después de Kailash: el viaje que no termina
- Jorge de México

- 20 oct
- 2 Min. de lectura

Con total espontaneidad, un día llega mi madre y me dice:“Prepara el viaje a Kailash, este año cumplo 67 y el límite para ir es 69. Vámonos.”
Y así, de improviso, me sumergí nuevamente en un viaje de la mano de 'Caminatas Sagradas de Isha' (Isha Sacred Walks).
A mediados de marzo o abril de 2025 comenzamos los preparativos. Gran parte consistió en estudios médicos y, claro, en la preparación física. Cuando nos dieron el aprobado en el estado de salud, el enfoque diario fue estar en Kailash, y cada día se hacía más presente.
Los arreglos para dejar las actividades y el trabajo funcionando en ausencia fueron todo un tema. A veces las personas no comprenden la posibilidad de irse sin más y desconectarse del todo. Pero en cuanto Kailash entra en tu mente… la transformación comienza.

La aventura es única. Cruzar los Himalayas por carretera te deja sin aliento. Comenzar a 1,300 msnm en Katmandú, Nepal y en poco más de 10 horas llegar a 3,800 msnm en el Tíbet es un verdadero reto. Los efectos de la altura se hacen presentes a cada momento.
Los paisajes son demasiado hermosos: pasar de un clima tropical húmedo a la tundra y las montañas nevadas, siempre cambiantes, nubladas, soleadas, lluviosas, calurosas… tormentas y nevadas en un solo día.
No hay palabras para describir el proceso de peregrinaje: la hermosura visual, el cambio corporal, los síntomas de altitud, la experiencia de los procesos en Manasarovar y Kailash. Todo se vive en un estado tan íntimo como intenso.

Y luego viene el regreso. Generalmente, después de un viaje se regresa a la vida “normal”. Pero no después de Kailash.
La percepción de la vida, la sensación auditiva, la frecuencia cardíaca, el estado energético… todo se transforma. La vida “normal” deja de ser normal. Se quiere mantener ese estado de calma, de paz, la exuberancia de sentir el ser completo.
La vida en una ciudad es compleja: demasiados estímulos, ritmo acelerado, muchos contrastes.¿Cómo equilibrar estos cambios con el ritmo cotidiano?
Llevar los dos ritmos ha sido difícil. El cambio interno se percibe intensamente. La prácticas de Yoga es un apoyo monumental para continuar con el estado interno que deja este peregrinaje Y lo que es un hecho es que la percepción de lo que es un estilo de vida “normal” cambia radicalmente.
El silencio ha tocado más intensamente. La frecuencia cardíaca y el ritmo corporal ya no son los de antes. Socializar se vuelve una actividad diferente a lo que se sentía antes. Algo te mueve a estar más quieto.

Hay ciertas frecuencias energéticas en las que ya no quieres estar presente, y ciertas situaciones que ahora se llevan con más tranquilidad.
¿Qué efectos tendrán estos cambios en mis relaciones sociales, laborales y familiares? No lo sé. Pero se siente bien.
Esta transmutación se siente mejor. Ahora toca, poco a poco, reconstruir una vida a partir de lo que el peregrinaje inició.Y ese viaje apenas comienza.





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