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Un viaje... nunca es tan solo un viaje


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Qué sorpresa más grande fue cuando escuché a mi madre decir:"Ya paga, compra el viaje a Kashi (Varanasi)."Ese momento fue puro éxtasis: ¡regresaría a la India y, además, por fin conocería Kashi! ¡Y lo haría con mi madre!


Un poco de contexto: mi madre, mexicana, de 65 años, llena de vitalidad, también es meditadora de Isha. Nos llevamos muy bien y ya habíamos viajado juntos antes, pero nunca a la India, ni por tanto tiempo: ¡un mes completo!


Al inicio fue un poco abrumador organizar el viaje, tratando de que fuera lo más cómodo posible y aprovechar al máximo cada etapa del recorrido. Comenzamos en Katmandú y Bután, pasamos por el norte de India (Rajastán), luego bajamos al sur, donde estuvimos una semana en el Isha Yoga Center en Coimbatore. Y para cerrar con broche de oro, nos unimos al Sacred Walks de Isha hacia Kashi.

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El comienzo fue increíble: muy cultural, muy visual. En Katmandú, para mí era imprescindible visitar el templo de Devi. Mi madre no entendía muy bien mi insistencia, estaba apenas conociendo esa parte mía más espiritual, algo que no se había manifestado tan claramente en nuestro entorno cotidiano. Yo, en cambio, sentía una gran emoción por estar cerca de Devi. Fue en el Ashram donde sentí un vínculo profundo con ella, así que visitarla en Katmandú fue muy especial. Mi madre aún lo veía algo ajeno... aunque todo eso cambiaría después.


Durante las primeras dos semanas todo marchó muy bien. Mi madre tiende a ser aprensiva con su trabajo, y uno de mis temores era que se estresara por dejar cosas pendientes en México. Pero el cambio de horario y el ritmo del viaje ayudaron.

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Y luego vino la visita al Ashram.

Todos los que hemos estado ahí sabemos que, aunque sea por poco tiempo, el Ashram siempre nos transforma. No necesariamente sabemos cómo, pero algo dentro cambia. Por eso dejé que el Ashram le enseñara lo que le tenía que enseñar. No me entrometí demasiado. Solo le sugería algunas actividades o los "imperdibles". Para nosotros, fue como una pausa perfecta del viaje cultural y, al mismo tiempo, una preparación silenciosa para lo que vendría: Kashi.


Kashi nos tocó de una forma única. Nunca habíamos experimentado algo así. La sensación de otras dimensiones, esa inexplicabilidad de lo que no se puede poner en palabras. Kashi es una ciudad construida con una intención energética única (recomiendo mucho ver las explicaciones de Sadhguru al respecto). Estar ahí, sentir lo que te dan las lingas, la cultura hindú, visitar templos de deidades sin saber del todo, pero entregándote completamente... fue supremo. Todo era tan distinto, tan ajeno a nuestra cultura occidental, pero al mismo tiempo profundamente verdadero.

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Al regresar a nuestras vidas, noté una nueva conexión con mi madre. En los meses siguientes nos dábamos cuenta de nuevas percepciones, nuevas formas de ver. El viaje nos dejó algo que no era fácil compartir con quienes no están en el camino espiritual. Se creó una complicidad entre madre e hijo que fortaleció nuestra relación.


Porque no importa si es Kashi o cualquier otro lugar...Viajar con tu madre —o tu hijo— es una experiencia que transforma. Es compartir, descubrir nuevas culturas, sabores, momentos. Es vivir el presente al lado de alguien tan especial.


Mi gratitud con mi madre por darme la oportunidad de llevarme a Kashi y recorrer India juntos no cabe en palabras. Pero se expresa en cosas como compartir la devoción por Devi y Dhyana Linga, agradecer juntos la comida en Biksha Hall, recibir la energía de las lingas, presenciar la muerte en los crematorios... y, sin embargo, sentir más vida. Entender que este cuerpo es solo una parte, pero no somos nosotros. Estar ahí. Sentirlo. Compartirlo. Presenciarlo. Estar vivos en el presente.

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2件のコメント


Que experiencia tan bonita. Me encantaría hacer un viaje así con mi hijo algún día. Gracias por compartirlo

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Qué maravillosa experiencia Jorge! Muy inspirador y qué valiente de tu madre venir a experimentar tantas cosas nuevas a la India. Muchas gracias por compartir.

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